Ninguno de los Derechos Humanos fundamentales que hoy se consagran en solemnes declaraciones internacionales con pretensión de vigencia para todo el mundo, podría explicarse sin atender a su origen, al afán de identificación y solidaridad de los hombres entre si, plantean y proponen el bien propio y el bien de los demás, es decir tienen un sentido amoroso, como lo tuvo Don Quijote.
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